
Por allá de 1984, el mundo presenció el nacimiento de una nueva era... y no lo digo porque yo haya nacido, sino porque en ese año se introdujo el Advil al mercado (gracias Wikipedia).
Recuerdo hace tiempo haber recomendado vía este blog algo así como que un par de aspirinas y un bote de agua antes de dormir, para evitar la cruda. Dicha solución dejó de ser efectiva en mi organismo después de un par de meses, y luego recordé una borrachera (a.k.a Pedatelamamaste) en la que un amigo me recomendó tomar dos Advil Gel antes de dormirme y amanecería como nuevo al día siguiente. Convenientemente, esa misma noche él cargaba con su botecito de Advil Gel y antes de dormir acepté su recomendación y me tomé las dos pastillitas verdes transparentes.
Esperaba todo menos lo que pasó al día siguiente. La previa solución de las aspirinas y el bote de agua era en verdad efectiva en muchos casos para eliminar el terrible dolor de cabeza matutino (que a veces se extiende hasta la otra mañana) pero los síntomas más ligeros como la sed, malestar estomacal, mal sabor de boca, etc, etc. no eran erradicados del todo. Con dicha experiencia, esperaba que en esta ocasión fuera algo similar, pero ¡NO! ¡Al despertar me encontraba en perfectas condiciones!
No dolor de cabeza, no sed, no malestar, no NADA.
Busqué y busqué por todas las tiendas del área metropolitana de Monterrey y en ningún lado encontré el mágico invento, así que pregunté a mi amigo un par de días después que dónde las había comprado. Estados Unidos fue la respuesta, y al poco tiempo tuve la oportunidad de irme a una farmacia en El Paso, TX a abastecerme de cuantas pequeñas pastillas pudiera cargar.
Eventualmente, la vida en Monterrey logró que dichas pastillas se me terminaran, y después no las pude encontrar en ningún lado, ni siquiera en los Iunaires...
Pero ahora... ¡LAS VENDEN EN WALMART!
El departamento de inteligencia (mi buen Gómez) me informó de dicha noticia y sus coordenadas y en cuanto pude tomé camino hacia el Walmart más cercano.
Lo primero que hice fue dirigirme al departamento de farmacéuticos y buscar las pastillas por todos lados. Nada. Pregunté a un monito de esos que traen ropa con caritas felices. Nada. Derrotado, me dirigí al pasillo de las chelas, pensando en que compraría algo para olvidar, y a mi sorpresa...

¡Neta que esos cabrones SÍ conocen su mercado!
Te amo Advil Gel, ¡nunca te acabes!